martes, 23 de noviembre de 2010

“La música y la labor social, son sinónimas”: Daniel Crowe

Acostumbrado a viajar por todo el mundo con la conocida compañía de baile y percusión “Mayumana”, Crowe vino a Medellín por primera vez hace tres años con las típicas expectativas y preconcepciones que se tienen de la ciudad que alguna vez fuera conocida como una de las más violentas del mundo sin saber que, en lugar de balas, serían las sonrisas de los niños las que atravesarían su corazón, perforándolo y sembrando en él una gran inquietud sobre la situación que se vivía en los barrios más necesitados de esta ciudad.

Ya de regreso a su natal Israel, Daniel supo que su vida era mucho más que errar por el mundo tocando con “Mayumana” sin conocer realmente lo que sucedía en los lugares a donde llegaban a tocar.  Medellín llegó a su mente resonando como un tambor; los niños, los barrios, el talento, las montañas y todo lo que encierra la capital antioqueña tomaron la decisión por él, renunciando a todo y subiéndolo en un avión con destino a la ciudad de la “eterna primavera”, que según él, cambió su vida para siempre.

Dos años después de llegar a Medellín sin siquiera saber hablar español, Daniel Crowe, próximo a cumplir 31 años, es en este momento uno de los músicos más importantes de la ciudad.  Hace parte de las agrupaciones “Crew Peligrosos”, un grupo de Hip Hop en el que interpreta la batería y “Los Canecas Boys” en el cual continúa haciendo lo que más sabe: tocar instrumentos de percusión, ya sean tarros, ollas o lo que se encuentre en su camino y que, en palabras que delatan su nacionalidad aunque con un muy buen español: “…sirvan para hacer bulla parcero”.   Además, forma parte del proyecto llamado “Cuatro Elementos Escuela” en el que, con otros músicos de la ciudad, instruye, forma y alienta en la cultura Hip Hop a cerca de 200 niños de la Comuna 4, en Aranjuez.

Un poco apenado, subo las escaleras hasta el tercer piso, sabiendo que la entrevista no pudo haber sido en un momento menos oportuno ya que se encuentra en el tedioso proceso de mudarse de casa.  Toco la puerta, con la certeza de saber que de no ser por la amistad que nos une hace un corto tiempo, esta entrevista no tendría lugar un día como hoy.  Se abre la puerta y, ante mí, asoma esa cara amigable que hasta un marciano podría decir de qué nacionalidad es; con semblante marcado por un resfriado y con un fuerte y cariñoso abrazo me dice: “Que hubo parce”.  Entro y, con sólo dar un paso, me doy cuenta que no era mentira lo del trasteo; cajas apiladas, adornos navideños, electrodomésticos y ropa se encuentran por donde miro. “Disculpa el desorden”, me dice, mientras me ofrece algo para tomar.  Debido al afán de un día que no parece terminar, declino su oferta y nos dirigimos al balcón. 

¿Por qué Medellín?

Uff… eso comenzó hace tres años cuando vine con “Mayumana” por primera vez; hicimos un evento social en Moravia y no sé qué pasó conmigo pero supe que tenía que volver a Colombia.  Así que tomé la decisión: viajar por el mundo con “Mayumana” es una “chimba” pero tengo que saber qué es lo que sucede en Medellín y aquí me quedé… ya son dos años. 

¿Qué encontraste y qué estás haciendo al respecto?

Me encontré un talento inmenso.  Colombia es un país maravilloso y afortunado por tener tanta diversidad cultural.  Con viajar unos cuantos kilómetros tienes una música diferente por aprender y en Medellín hay personas dispuestas a utilizar su talento y sus ganas de enseñar para ayudar a los niños de los barrios más necesitados. En este momento me encuentro haciendo labor social con el grupo “Cuatro Elementos Escuela” en el que, por medio del Hip Hop, ayudamos a que los niños no estén en la calle haciendo cosas que no deberían. Pienso que es imposible estar en una agrupación musical y no hacer labor social; hay que ayudar.

Siento que es difícil hacer esta entrevista y no imaginarse al mismo tiempo la situación que Daniel me pinta con sus palabras.  Aunque me enseñaron en la universidad que es vital seguir atentamente las palabras del entrevistado, me dejo llevar a veces y pienso lo afortunados que somos los habitantes de la ciudad al tener militando culturalmente a este increíble personaje.  No sólo es un talentoso percusionista que deleita con su música y su Hip Hop; es, además, un incansable ser humano que con golpes de ritmo y baquetazos trabaja por una juventud acostumbrada a escuchar el concierto de las metrallas y el llanto.  Entonces aterrizo y prosigo.

¿En cuanto a la cultura, que diferencias percibes entre Israel y Colombia?

Siento que los artistas acá son a veces muy quietos con la cultura, que hacen su arte y se quedan parados esperando a que los descubran; en Israel, son más determinados. Hay mucho qué hacer en los barrios, mucho que enseñarle a los niños y aquí es muy importante.  Con un artista cualquiera que de una clase, en el contexto de la ciudad es prácticamente salvar una vida.  No digo que cada artista tenga que ser un líder cultural, pero con un pequeño aporte se puede lograr mucho.

Mientras paramos unos segundos para que Daniel se tome algo para su resfriado, desde la cocina me grita con nasal y ronca voz que los artistas muchas veces, por miedo, no suben a los barrios o porque esperan que sea la Alcaldía de Medellín la que los invite.  Estornuda, luego me dice: “Las cosas no son así, ¿qué se necesita para dar una clase? la verdad nada, un grupo de personas y un instrumento o las palmas de las manos y ya está”.

¿Cómo fueron tus primeras experiencias en los barrios?

Positivas, naturales y tranquilas.  Cuando yo comencé a subir me di cuenta que para los niños una clase de música es como si no hubieran tomado agua en meses.  Hay gente que no entiende de rítmica pero que quiere estar en la clase solamente para aprender y para escaparse de la realidad afuera de sus casas.   Mira, si están conmigo en una clase de tres horas y luego salen para clase de baile otras tres horas, quiere decir que llegan a la casa “mamaos” y ya no tienen energías para salir a empuñar un arma.

Aún sabiendo que la siguiente pregunta es muy obvia, no me quise privar primero de su respuesta y segundo, de la sonrisa que seguro iba a soltar su morena cara. 

¿Supongo que es ése tu principal propósito?

Claro, es esa la razón para estar acá.  No sólo enseñar sino principalmente compartir.  Yo también estoy aprendiendo día a día.  Aparte de contagiarme con la cultura y la música incomparable de Medellín, he aprendido a tener paciencia; no conocía la tranquilidad.  Yo venía de un mundo que trabaja a un ritmo ridículo, si quieres pregúntale a Juancho Valencia cómo le fue en Israel…

Unas carcajadas nos llenan la boca, imaginándonos a nuestros mutuos amigos integrantes de “La República” que no hace mucho estuvieron tocando en Tel Aviv.  Siento que la entrevista ha llegado a su punto más alto y que es hora de terminarla y dejar a Daniel para que continúe llenando cajas con platillos y partituras.

¿Qué significan para vos “Los Canecas Boys”?

Pura bulla.  ¡Pero talentosa! Jajaja…

Una historia graciosa que te haya pasado con el idioma…


Hay muchas, pero me acuerdo que varias veces haciendo talleres, por decir que soy zurdo dije “soy cerdo” o también cuando llegué por primera vez y me subí al taxi; iba para un conjunto residencial que se llama Punta Piedra, ya puedes imaginarte qué fue lo que dije. 

No puedo asegurar que existió un punto negro en la entrevista, pero no niego mi desazón cuando se resistió a que le tomara una foto como constancia de la entrevista culpando a la cara de resfriado, ya que la fotografía y, especialmente los retratos, son una de mis grandes pasiones.  Pero hay cosas que suceden por algún motivo; de no haberse negado, no habría sucedido lo que para mí fue la manera perfecta de terminar esta entrevista. 

Mientras buscaba un lapicero para anotar mi correo electrónico, al cual me enviaría la foto, el lapicero golpeó un cenicero metálico, haciéndolo resonar en un tono agudo y pastoso.  Lo cogió y lo hizo sonar varias veces, entonces con su característica sonrisa exclamó: ¡Canecas Boys, a ensayar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario