jueves, 4 de agosto de 2011

Escape de "Pingüilandia"









E pluribus maximus – La diversidad engrandece

Antes de comenzar, quiero curarme en salud, es decir, el ejercicio propuesto en la clase es el de escribir una columna de opinión como si se trabajara para una prestigiosa publicación; es por eso que pienso creerme todo un escritor de renombre, un Daniel Samper o un Antonio Caballero y daré rienda suelta a mi lengua negra y despotricaré sobre el “librito pequeñito” de pingüinos y pájaros exóticos –que la misma profesora considera no ser de su estilo-, esperando no tener que sufrir mucho las consecuencias de mis palabras, las cuales defenderé hasta que, por alguna razón, se me desmienta. De hecho, confieso con absoluta sinceridad querer ser desmentido y que me tumben mis prejuicios y opiniones sobre la comunicación organizacional, la cual hasta el día de hoy y después de dos clases me sigue pareciendo tan interesante como un partido de críquet o como una fila de dos horas en una notaría, pero bueno, a lo que vinimos y dice así:

Independiente a su contenido sobre los diferentes tipos de entornos que suelen existir en el ámbito laboral –del cual hablaré luego-, siento que es algo forzado utilizar una fábula como estrategia de “targeting”, ya que termina por ser cursi, rebuscado y poco estimulante para un lector que pretenda conocer sobre el entorno laboral al encontrarse con una historia poco verosímil, ya que si bien conocemos narraciones o películas con animales desempeñando cargos no propios de sus especies, es difícil imaginarse una historia empresarial con unos pingüinos conservadores que contratan pájaros exóticos para llevárselos a punta de falsas promesas a trabajar en empresas poco progresistas, pretendiendo cambiarles sus principales cualidades y aspectos que los hacen únicos. Creo que ni con una película de Pixar serían capaces de darle vida a esta historia que, desde que la comencé a leer, no vi la hora de terminarla, no porque me hubiera atrapado con una historia intrigante, sino porque siempre supe que todo era una simple estrategia, que queriendo ser novedosa, lo único que logró fue parecerse a una dinámica de profesor de décimo grado en alguna convivencia en Llanogrande.

Siento parecer tan cascarrabias, debe ser la emoción de creerme uno de estos columnistas consagrados o porque desde hace mucho tiempo todo lo que tiene que ver con pingüinos lo asocio con el cáncer ese guatemalteco que se hace pasar por músico cuando más parece un mal juglar, pero tampoco es mi intención dedicarme solamente a criticar lo que no me gusta de “Un pavo real en el reino de los pingüinos”. Hay muchas cosas rescatables de lo que se pretende impartir en la fábula de Blanchard.

Está claro que la principal premisa del texto es establecer que adentro de todos existe la opción de vivir en un reino de la posibilidad, en el cual la mente abierta a nuevas posiciones, el deseo de aprender y la disposición hacia nuevos puntos de vista hacen parte de muchas actitudes bajo las cuales podemos regirnos para hacer de nuestra vida laboral mucho más productiva y placentera.

Me quedé con las ganas de saber por qué, si los pingüinos son tan conservadores y tan reticentes al cambio, ¿bajo cuáles circunstancias iban a lugares exóticos a contratar trabajadores coloridos, llamativos y diferentes, con la intención de hacerlos encajar privándolos de aquello que precisamente los hacía destacarse entre los demás, cuando queda claro que se contradecían al decir que eran partidarios de la diversidad y que estaban a gusto con su jerarquía y actitud corporativa anticuada? También quisiera saber ¿qué tiene de malo la “pingüinidad”?, si esto mismo es lo que les permite mantener un reino, ya sea de la oportunidad, del aprendizaje o del nunca jamás. No veo nada de malo en que un grupo de personas estén perfectamente a gusto con su estructuración anticuada, conservadora y basada en la tradición pero que es definitivamente efectiva, ya que de otra manera no seguiría siendo vigente en las grandes corporaciones de “pingüilandia”. Está bien, reconozco que las sociedades de hoy y ante todo las empresas, pueden beneficiarse totalmente de las nuevas tendencias y de la diversidad, pero tampoco como para llegar a considerar a los pingüinos unos pajarracos simplones, adictos al trabajo y candidatos a pasar de moda laboralmente.

Confieso que lo que sí me gustó del cuento fue que me sentí identificado varias veces con Pedro el pavo real, es fácil ponerse en los zapatos de alguien que es juzgado por ser como es, por las cosas que son inherentes a su ser y que lo hacen único en este mundo; muchas veces fui tratado de esa manera en el colegio, en la universidad y hasta en mis grupo de amigos por ser ruidoso y extrovertido. Al final es siempre recomendable hacerse valer por tal y como se es, como maravilloso fue también que todos estos pájaros hermosos, inteligentes y exóticos hayan tenido la oportunidad increíble que les brindó el autor de poder viajar por arte de la magia literaria al reino de las oportunidades sin tener que haber mandando cartas de renuncia, pasar por procesos de liquidación o tener que sacar el pasaporte y esperar unos meses para obtener alguna visa y viajar al reino que queda al otro lado del charco para así empezar una hermosa carrera en donde los valoraron por lo que realmente eran, sin tener que empezar por lavar los baños y ascender lentamente en la jerarquía empresarial.

¿Habrá servido curarme en salud?…




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